Cuando un buen día - y en todas las historias siempre hay un buen día - en que representábamos uno de aquellos espectáculos en un pueblecito del noreste para un grupo de la Liga Campesina, el público, compuesto eclusivamente por campesinos, lloraba de emoción. Un texto heroico: "¡Derramemos nuestra sangre!". Al final de espectáculo, un campesino enorme, muy grande y muy fuerte, se acerca a nosotros muy emocionado, casi a punto de llorar:
- No sabéis qué hermoso resulta ver cómo vosotros, jóvenes de la gran ciudad, pensáis exactamente como nosotros. Nosotros también creemos en eso, hay que dar la sangre por la tierra.
Nos sentimos muy orgullosos. Misión cumplida. Nuestro "mensaje" había llegado. Pero Virgilio - nunca podré olvidar su nombre, su cara, ni sus lágrimas silenciosas-, continuó:
- Ya que pensáis como nosotros, mirad lo que vamos a hacer: primero comemos – ya era mediodía-, y después, todos juntos, vosotros con vuestros fusiles y nosotros con los nuestros, nos vamos a echar a los secuaces del coronel, que han invadido las tierras de un camarada, han incendiado su casa y amenazan con matar a su familia! Pero primero vamos a comer.
Para entonces ya se nos había pasado el hambre.
Intentando convencernos que habíamos entendido bien la petición de Virgilio, y buscando la manera de explicarnos, hacíamos lo que podíamos por aclarar el malentendido. Lo mejor era decirle la verdad: nuestros fusiles formaban parte del decorado, no eran armas auténticas.
Intentando convencernos que habíamos entendido bien la petición de Virgilio, y buscando la manera de explicarnos, hacíamos lo que podíamos por aclarar el malentendido. Lo mejor era decirle la verdad: nuestros fusiles formaban parte del decorado, no eran armas auténticas.
- ¿Fusiles que no disparan? –preguntó sin creérselo demasiado-. ¿Entonces para qué sirven?
- Sirven para hacer teatro. Son fusiles que no disparan, pero dan credibilidad artística a nuestras palabras. Si decimos “Derramemos nuestra sangre!” con un fusil en la mano, aunque esté pintado y no dispare, resulta más creíble que decirlo con las manos vacías. Somos artistas serios, y decimos lo que pensamos; somos personas auténticas, pero los fusiles son falsos.
- Si los fusiles son falsos los tiramos y se acabó, pero vosotros sois personas auténticas, os he visto cantar que teníamos que derramar nuestra sangre, soy testigo. Sois gente auténtica, así que venid con nosotros de todas formas, porque, lo que es fusiles, tenemos para todo el mundo.
El miedo que sentíamos se transformó en pánico. Porque resultaba difícil explicar –tanto a Virgilio como a nosotros mismos- cuan sinceros y auténticos éramos al empuñar unos fusiles estéticos que no disparaban; nosotros, los artistas, que no sabíamos disparar. Nos explicamos como pudimos. Si aceptábamos ir con él, íbamos a ser una carga inútil y no una ayuda.
Ahora sí que he entendido vuestra sinceridad estética: la sangre que según vosotros debe derramarse es la nuestra, y desde luego no la vuestra, ¿no es eso?
- Claro que somos auténticos, pero somos artistas auténticos y no auténticos campesinos… Virgilio, no te vayas, vuelve, a pesar de esto podemos seguir hablando…vuelve…
- Sirven para hacer teatro. Son fusiles que no disparan, pero dan credibilidad artística a nuestras palabras. Si decimos “Derramemos nuestra sangre!” con un fusil en la mano, aunque esté pintado y no dispare, resulta más creíble que decirlo con las manos vacías. Somos artistas serios, y decimos lo que pensamos; somos personas auténticas, pero los fusiles son falsos.
- Si los fusiles son falsos los tiramos y se acabó, pero vosotros sois personas auténticas, os he visto cantar que teníamos que derramar nuestra sangre, soy testigo. Sois gente auténtica, así que venid con nosotros de todas formas, porque, lo que es fusiles, tenemos para todo el mundo.
El miedo que sentíamos se transformó en pánico. Porque resultaba difícil explicar –tanto a Virgilio como a nosotros mismos- cuan sinceros y auténticos éramos al empuñar unos fusiles estéticos que no disparaban; nosotros, los artistas, que no sabíamos disparar. Nos explicamos como pudimos. Si aceptábamos ir con él, íbamos a ser una carga inútil y no una ayuda.
Ahora sí que he entendido vuestra sinceridad estética: la sangre que según vosotros debe derramarse es la nuestra, y desde luego no la vuestra, ¿no es eso?
- Claro que somos auténticos, pero somos artistas auténticos y no auténticos campesinos… Virgilio, no te vayas, vuelve, a pesar de esto podemos seguir hablando…vuelve…
Augusto Boal
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada